miércoles, 27 de febrero de 2013

Escuchando a Vicente del Bosque. Una lección para la vida


El pasado martes 26 de febrero tuvimos la suerte de poder tener un coloquio con el seleccionador Vicente del Bosque en la Universidad de Navarra. Personalmente siempre he admirado su trayectoria, no tanto por su dimensión deportiva como su dimensión humana. Y estos rasgos profundamente humanos son los que volví a admirar en sus respuestas. Quiero señalar dos frases (podría traer muchas más), que creo que pueden iluminar estos puntos.




“Hay que aprender a ganar además de aprender a perder.”

Una de las primeras cosas que me llamaron la atención fue esta referencia, aparentemente contraria al sentido común. Siempre queremos educar a los niños a saber perder, a aceptar la derrota a través del juego y del deporte, algo que indudablemente tiene un gran valor.

Pero también es cierto que hay que aprender a ganar, y quizás uno revele más de sí mismo en la victoria que en la derrota.
El respeto hacia el vencido y los gestos que se tienen al haber alcanzado la cima suponen la verdadera victoria o la verdadera derrota, porque no hablan del deporte, sino de lo humano. El ser capaz de integrar la fama y el éxito dentro de un proyecto de vida de humildad, respeto y exigencia, es aprender a ganar, es que la victoria no nos construya un ego que ahogue o oscurezca la persona que somos. Y creo que en esto Vicente del Bosque siempre ha sido un ejemplo de comportamiento.





“Se puede fallar en la técnica, en un partido, en el juego… pero nunca en el comportamiento.”

De esta forma sencilla pero tajante, el seleccionador se mostraba inflexible en el fallo en el comportamiento, en la conducta. Fallar en lo técnico se puede aceptar pero hay que ser mucho más inflexible en el fallo en el comportamiento. Indirectamente esto nos trae la distinción entre la técnica y la ética, entre la perfección técnica y la perfección moral. Una cosa es hacer bien lo que uno hace y otra cosa hacer bien con lo que uno hace. Uno puede ser un gran ladrón y hacer muy bien lo que hace pero no con ello hace bien con lo que hace.

Estamos en un mundo muy exigente en lo técnico. En los estudios, en el trabajo y en otro ámbitos similares hay una fuerte exigencia y una fuerte competencia. Se nos exige que seamos no buenos, sino los mejores. Se nos exige dominar nuestro ámbito de acción (empresa, educación, sanidad…) a la perfección. Pero es una exigencia muy reducida y centrada en conseguir cosas concretas.

Pero fuera de ello, la exigencia se desvanece. El hombre, frente a su vida como un todo, en sus ámbitos más personales como la familia, el ocio, los amigos… se encuentra con una permisividad y una indiferencia total. Falta un proyecto que integre al hombre como un todo, como un proyecto que ha de hacerse en plenitud.  Aquí entra la ética, la perfección moral. Y a esto hace referencia Vicente del Bosque al hablar del comportamiento. Él puede perdonar no llegar a un pase, fallar un tiro, pero no permite fallar en lo humano, en faltar al respeto al otro, en humillar al rival vencido, etc. Esto es recuperar una jerarquía de valores sólida: primero el hombre, luego las cosas. Va primero el fin en sí mismo, que es el hombre, su perfección en sí mismo; que lo que haga externamente. Creo que es una lección muy valiosa, que Vicente del Bosque refleja en su modo de trabajar.

Esta es la conclusión que saco de las intervenciones de Vicente del Bosque: importa más lo humano que lo técnico. Y esto vale para cualquier ámbito al que nos vayamos a dedicar, sea el que sea. Hay que ser exigente en lo técnico, en lo profesional; pero que nunca sea a costa de ser permisivo en lo humano. Por lograr cosas externas, no hay que dañar el corazón del hombre, porque es más valioso que lo que se quiera conseguir. Siempre.

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