martes, 11 de junio de 2013

Por un ecologismo trascendente

Ser ecologista en nuestros días es políticamente  correcto. Esto es un hecho, al margen de la coherencia en el comportamiento que luego tenga la gente en sus hábitos. Presumir de tener una empresa que te ha hecho rico a base de ensuciar los ríos o masacrar innecesariamente animales, creo que todos estaremos de acuerdo, no está bien visto socialmente. La conciencia ecológica está muy presente en los objetivos educativos y suele ser de los primeros temas que aparecen cuando se habla, generalmente de una forma un tanto ambigua, de "educación en valores".

Esta conciencia ecológica que está tan extendida es algo que considero en sí mismo como un hecho positivo, pero que actualmente tiene dos problemas: una falta de fundamentación de fondo y el ir acompañada con posiciones filosóficas que van más allá del ecologismo, como tesis antropológicas y metafísicas que no se deducen de una postura ecológica. Por esta razón, voy a intentar proponer un ecologismo que no tenga estos dos problemas, o al menos dibujar las líneas por las que creo que podría desarrollarse.



El problema de la fundamentación

El primer problema del ecologismo actual es su fundamentación. Está muy detallado en la relación con el medio ambiente qué hay que hacer, qué hay que evitar, pero el porqué no siempre está tan claro. La razón que se suele dar en general para cuidar el medio ambiente se queda a medio camino, pues suele ser la justificación de cuidar el mundo para los que vendrán después. Esta respuesta es verdadera pero insuficiente, porque no alcanza el verdadero valor de la naturaleza como huella del Creador, como un verdadero espectáculo de belleza y vida. La referencia se queda siempre en la utilidad, explotar el medio ambiente en la medida en que sea sostenible para no agotarlo. La naturaleza se ve solo como un medio de satisfacer nuestras necesidades, que hay que explotar con cabeza para no perderlo.

Esta forma de pensar viene muy marcada por la filosofía moderna, desde el siglo XVII, en concreto desde el mecanicismo de Descartes, para el cual la naturaleza se convirtió en pura extensión y perdió todo atributo de vida, de organismo, más allá de sus atributos físicos. A pesar de que esta postura entró en crisis en el siglo XIX y en el siglo XX con teorías de la naturaleza como la del idealista Schelling, el fondo mecanicista sigue operando en cierta medida en nosotros.

El verdadero valor de la naturaleza es que su origen no es humano, no somos su origen sino que el mundo nos ha sido dado como un regalo, para poder desarrollarnos y crecer. El mundo es un regalo para el hombre, que comparte con la naturaleza un origen. Desde un plano metafísico, tanto el hombre como la naturaleza tiene una dependencia en su ser de Dios, es decir, son criaturas.

Solo si la naturaleza es camino hacia Dios, solo si el valor de la naturaleza se explica desde lo sagrado, podemos encontrar una verdadera relación con la naturaleza que no se reduzca a buscar la utilidad, por muy loable que sea pensar en el resto de personas, que también tiene derecho a disfrutar de una naturaleza sin dañar y sin contaminar. La referencia al otro, es valiosa porque supera el egoísmo, pero no logra superar el argumento de la utilidad para valorar la naturaleza. Y la naturaleza es mucho más, es un espectáculo de belleza y vida que nos sobrecoge, porque comparte su origen con nosotros y por eso nos eleva a través de ella a Dios como Creador y como origen.



Ideas que acompañan al ecologismo pero que no se derivan de él

Además del problema de la fundamentación que he comentado, a veces la postura ecologista va unida a otras posturas que no son propiamente ecologismo, que van más allá de él, pero que se presentan como parte de la propuesta ecológica.

La principal manera de presentar el ecologismo que creo que no le hace justicia (ya que un ecologismo fundamentado como el que hemos comentado es una propuesta valiosa) es el naturalismo, que unifica todo lo que existe en una misma categoría, es decir, pone todo al mismo nivel. Elimina el plano espiritual y reduce al mundo y al ser humano a lo material, a lo "natural" en este sentido limitado. Cualquier referencia a la trascendencia es eliminada y cualquier referencia al hombre como un ser singular en el universo queda borrada, solo queda un universo uniforme y homogéneo de "materia ordenada", como más o menos complejidad. Esto surge en cierta medida porque da la impresión de que si se pone algo por encima de la naturaleza, la naturaleza queda apartada, ignorada y se abre una puerta a descuidarla y hacer un uso irresponsable de ella, es decir, parece una puerta a un uso irresponsable del cosmos.

Pero yo creo que es al contrario: si pensamos que el mundo y el hombre son exactamente iguales y que han surgido como fruto de una casualidad, sin ningún sentido, es cuando no existe realmente límite a la acción del hombre, precisamente porque no tiene responsabilidad sobre el mundo, porque él "es una parte más del mundo". El padre se responsabiliza del hijo porque no está al nivel del hijo, igual que hace el profesor con el alumno, si todo está al mismo nivel, no cabe esta responsabilidad y este cuidado.  Si, por el contrario, vemos al ser humano como un ser que trasciende lo material, que es capaz, por su inteligencia racional y su voluntad libre de hacerse cargo del mundo, realmente aparece la responsabilidad del hombre ante la naturaleza. De lo idéntico a nosotros no podemos ser responsables, porque no hay ninguna razón que nos capacite para ello. Solo si el hombre es capaz de trascender la naturaleza es capaz de tener el encargo de cuidarla. Y además, este encargo no es algo que decida el hombre por sí mismo, sino que el mismo Creador ha hecho el mundo y se lo ha dado al hombre para que lo domine.

La palabra "dominar" tiene un sentido negativo y una connotación de explotación irresponsable. Pero el dominio despótico no es el único que existe. El hombre puede realizar un dominio responsable sobre la naturaleza, consiguiendo no simplemente utilizarla, sino hacerla ser mejor, sacar su mejor bien y sus posibilidades, siendo hogar y asiento del ser humano, un ser espiritual libre con capacidad de amar. El hombre debe dominar la naturaleza y ejercer la responsabilidad con ella, no simplemente por un interés pragmático por el beneficio que nos da, sino como algo valioso digno de ser contemplado y cuidado, precisamente por la condición del hombre de vivir entre lo físico y lo espiritual. El hombre es capaz de colaborar con Dios para perfeccionar este mundo, pero para ello debe ser capaz de situarse por encima de este mundo. El hombre está en el mundo y puede cuidarlo y modificarlo, pero no es de este mundo, precisamente por eso es capaz de responsabilizarse de él.

En conclusión, el verdadero ecologismo con fundamento necesita distinguir planos: un Creador que ha hecho el mundo, el mundo creado y al hombre, y que por la singular condición de este último, le ha dado el cuidado del mundo para crecer y desarrollarse. Es aquí desde donde san Francisco de Asís puede hablar del hermano Sol o la hermana Luna, porque provienen del mismo origen divino, aunque se distingan por su destino. La naturaleza y el hombre vienen del Creador y por eso son en cierto sentido "hermanos" aunque no en el mismo grado del hombre con sus semejantes.

La naturaleza es algo hermoso y algo sagrado, y tenemos el encargo y la misión de cuidarla y hacer posible su máximo bien, que va unido al bien del ser humano. Por esto, creo que hace falta una mirada penetrante y trascendente que sea capaz de atisbar en la naturaleza algo más que un medio para satisfacer nuestras necesidades, una mirada capaz de ahondar en el maravilloso misterio de la belleza de este mundo, que supere la descripción de la ciencia y las consideraciones de utilidad, viendo en la naturaleza la huella de lo eterno. 

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