Escribo este texto a raíz de una conversación sobre la responsabilidad de la propia vida en una actividad de formación como monitor de jóvenes. Y es que es tan cierto como fácil de olvidar que somos seres libres, con capacidad de dar razón del camino que tomamos en la vida.
Configuramos nuestra vida en cada acción, en cada paso que damos, pero es necesario elevar la mirada, porque si no, nos quedamos en el árbol pero no podemos ver el bosque. Hace falta una mirada profunda hacia nuestro futuro que sea como una flecha que parta de nuestro presente hacia nuestro futuro, pero que también incluya en su cola todo nuestro pasado. Se trata de una unidad de vida, un "plan de viaje", que como es evidente, como ocurre en muchos viajes, sufrirá imprevistos que cambiarán nuestros planes, pero siempre tendremos ese destino en el horizonte. Igual que Ulises tuvo mil y una desventuras, siempre llevo en su corazón Ítaca, que es lo que da unidad a todo su viaje. Los baches y charcos dificultan nuestro camino, pero no apartan nuestra mirada del objetivo, como el monte en el camino del montañero.
Una vida llena de sentido es una vida llena de unidad. Es lo que el filósofo McIntyre llama la estructura narrativa de la vida. Si construimos nuestra vida con unos ideales, con una vocación, con esa unidad de sentido; somos capaces de exponer nuestra vida de forma narrativa, no como sucesos aislados inconexos. Nuestra vida debe ser como un buen libro, donde todos los elementos, todos los sucesos, todos los personajes, contribuyen a construir una historia, una buena narración.

La vida es para vivirla, en el sentido más pleno de la palabra. La vida debe ser el desarrollo en el tiempo de la vocación personal que somos, debe ser la oportunidad de construir una historia en la que seamos el protagonista. El gran drama de nuestro tiempo es tanta gente que se siente ajena en su propia historia, que no coge las riendas y asume como propio el proyecto que tiene (muchas veces porque ni piensa que existe nada parecido a un proyecto que construir con su vida).
Seamos pues, verdaderos autores de nuestra vida y no meros actores que se limiten a decir lo que otras personas, las situaciones, las circunstancias... les pongan en sus labios. Mirada alta y corazón abierto, para escribir con la pluma en nuestro corazón una historia única e irrepetible que nadie puede escribir por ti.
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