
Puede que el título suene un poco alarmista ya que nadie espera realmente ver a la vuelta de la esquina un grupo de seres cual cáscaras humanas más o menos desvencijadas de gustos culinarios muy cercanos a los de Hannibal Lecter. En realidad, yo tampoco lo espero. No obstante, sí que tenemos en el aire una amenaza zombi de otro tipo: la conducta zombi. ¿En qué consiste esta conducta zombi? Precisamente, en una actitud fundamental que es ver la vida como algo que consumir, que
fagocitar. Los zombis quieren, literalmente, absorber la vida —no en vano son conocidos por alimentarse a bases de cerebros humanos—, la ven como algo que consumir, algo que hay que
gastar. Un zombi no disfruta de la vida sino que la consume desesperadamente, y es por eso por lo que se les considera como muertos en vida más que como seres auténticamente vivos. El zombi es, ante todo, un consumista nato, nunca queda saciado del todo, es una pura ansia. Y como es pura ansia no disfruta, porque toda su vida es ansiar devorar lo vivo pero cuando lo devora sigue ansiando, así que nunca vive propiamente la vida.