El pasado 9 de Febrero se hizo un vacío en el mundo de la filosofía con el fallecimiento de Leonardo Polo.
A uno le tiemblan las manos al escribir algo sobre él, puesto que como joven y estudiante en filosofía, apenas he empezado a vislumbrar su pensamiento, si bien debo admitir que desde que empecé a oír hablar de él y a leerle, no puede ser indiferente. Además, hay una cosa que siempre me causa admiración: tanto los que están de acuerdo con él como los que no, le tienen un respeto como un profundo pensador. Un gran profesor de la carrera, Enrique Alarcón, decía de él que era "el hombre con mayor capacidad especulativa que había conocido en vida."
Cuando uno es demasiado joven para ser capaz de decir algo realmente elaborado, siempre queda lo que uno ha vivido. Y en mi caso quiero decir que tuve la suerte de disfrutar de una de las últimas lecciones de Leonardo Polo, visitándole por su cumpleaños justo una semana antes de su fallecimiento.
No voy a extenderme, simplemente contaré la breve historia y que cada uno saque las conclusiones que quiera.
Estando varios alumnos con Leonardo Polo, uno le preguntó qué había que hacer para hacer buena antropología. Cualquiera se podría esperar una respuesta acerca de abandonar el famoso límite mental o una respuesta enrevesada y enigmática, pero con los genios llega un momento en que lo dicen todo con sencillez. Su respuesta fue que para hacer buena antropología había que "ser un buen chico". Podría pasar por un comentario inocente y sin demasiada trascendencia, pero yo creo que hay algo más: se estaba sugiriendo que el verdadero filósofo para adentrarse en la realidad debe comprometerse personalmente con lo que hace. Y para conocer el corazón del hombre, la antropología más profunda y radical que puede hacerse, dudo mucho que valga como herramienta un corazón cerrado sobre sí. Para acercarse de verdad a las grandes preguntas acerca del hombre hay que hacerlo con un corazón humilde, sincero y abierto.
No hubo explicaciones pero tampoco eran necesarias. Un testimonio de que el filósofo no debe perderse en las teorías y en los razonamientos (que tienen su gran importancia y su lugar), sino que ante todo, debe comprometerse vital y personalmente, debe ratificar su amor a la sabiduría y a la verdad con su testimonio de vida. Debe ser "un buen chico".
Cuando uno es demasiado joven para ser capaz de decir algo realmente elaborado, siempre queda lo que uno ha vivido. Y en mi caso quiero decir que tuve la suerte de disfrutar de una de las últimas lecciones de Leonardo Polo, visitándole por su cumpleaños justo una semana antes de su fallecimiento.
No voy a extenderme, simplemente contaré la breve historia y que cada uno saque las conclusiones que quiera.
Estando varios alumnos con Leonardo Polo, uno le preguntó qué había que hacer para hacer buena antropología. Cualquiera se podría esperar una respuesta acerca de abandonar el famoso límite mental o una respuesta enrevesada y enigmática, pero con los genios llega un momento en que lo dicen todo con sencillez. Su respuesta fue que para hacer buena antropología había que "ser un buen chico". Podría pasar por un comentario inocente y sin demasiada trascendencia, pero yo creo que hay algo más: se estaba sugiriendo que el verdadero filósofo para adentrarse en la realidad debe comprometerse personalmente con lo que hace. Y para conocer el corazón del hombre, la antropología más profunda y radical que puede hacerse, dudo mucho que valga como herramienta un corazón cerrado sobre sí. Para acercarse de verdad a las grandes preguntas acerca del hombre hay que hacerlo con un corazón humilde, sincero y abierto.
No hubo explicaciones pero tampoco eran necesarias. Un testimonio de que el filósofo no debe perderse en las teorías y en los razonamientos (que tienen su gran importancia y su lugar), sino que ante todo, debe comprometerse vital y personalmente, debe ratificar su amor a la sabiduría y a la verdad con su testimonio de vida. Debe ser "un buen chico".
Mikel, debes saber que la segunda mitad de esta publicación la tengo impresa y colgada en mi cuarto. Me ha encantado.
ResponderEliminarGracias por tu valoración Franky, realmente me ha hecho mucha ilusión leerla, aunque el mérito propiamente no es mío porque yo sólo he intentado mostrar lo que se escondía en esa frase sencilla pero profunda de Polo.
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