En su origen, el término persona viene del verbo latino personare ‘resonar’ y se utilizaba en los teatros griegos y romanos para designar las máscaras que los actores llevaban, las cuales tenían una abertura en la boca para lograr un sonido potente y vibrante (de ahí su significado de resonar). Sin embargo, reflexionando sobre ello, creo que precisamente para la comprensión de qué significa ser persona, es muy interesante oponerlo a máscara. Aunque el origen de la palabra persona esté en la máscara, creo que su sentido más propio se vislumbra cuando se opone a ella.
La persona que cada uno somos es el núcleo más íntimo de cada ser humano, donde reside su ser de manera más intensa y pura que en cualquier otra dimensión humana. El ser humano tiene muchas cualidades y habilidades: tiene un cuerpo, tiene inteligencia y voluntad, tiene sentimientos y emociones... pero nada de eso es propiamente su intimidad.
Frente a la persona, la máscara es la exterioridad frente a la intimidad. Todos construimos nuestra máscara y la proyectamos, es lo que podemos llamar nuestro yo. El yo es nuestra personalidad, nuestro modo de ser, nuestra proyección de nosotros mismos. Hoy en día estamos acostumbrados a entender que lo nuclear de cada ser humano es su yo, la identidad que nos define en última instancia. Pero este yo así entendido no deja de ser máscara, exterioridad. Este yo es el que busca reafirmarse, proyectarse, se nutre de la imagen que sacamos hacia fuera (nuestra profesión, nuestras cualidades, nuestros méritos, nuestros miedos...) y por eso está cerrado en sí mismo. La máscara vuelve sobre sí, se busca a sí como actividad propia, y va hacia los demás siempre con una referencia (muchas veces sutil) hacia nosotros mismos. Es incapaz de verdadera apertura porque su centro siempre es él, como si tuviese un agujero negro que atrae irremediablemente todo intento de salir de sí. Es el reflejo del individualismo tan propio de nuestro tiempo, seres humanos atómicos para los cuales el encuentro con el otro es siempre un segundo momento, tras que en el primero de auto-búsqueda.
Pero creo verdaderamente que esto no es suficiente. Frente a la máscara, quiero reivindicar a la persona, que es pura relación en sí misma, es esencialmente apertura. Dice Leonardo Polo que "una persona sola es un absurdo" y se entiende muy bien en este sentido. El otro, en la intimidad personal, no aparece en un segundo momento, sino que la persona es constitutivamente coexistente, abierta a otras intimidades. El yo que cada uno somos es artificioso e insuficiente frente a la profundidad de la persona.
Parece relativamente fácil definir el yo de cada uno, hablando de personalidad, gustos, preferencias, tendencias, etc. Se presenta como algo acotado y asumible en una descripción. Se puede coger la máscara y describirla de forma ajustada. Sin embargo, la persona, el núcleo íntimo de cada ser humano, es algo mucho más insondable. Responder a la pregunta de quiénes somos es una cuestión que va mucho más allá de la pregunta por el yo, una pregunta que nos supera. Mientras que la pregunta del yo por su sentido siempre acaba respondiéndose en el mismo yo, la pregunta de la persona acerca del sentido siempre sale de sí y apunta más alto y más lejos que ella misma, con ese anhelo de infinitud propia del ser humano.
Me parece que el punto clave para entender a la persona frente al yo, frente a la máscara, es la relación con los otros. La verdadera relación humana es personal, y supera el nivel de las máscaras. Baste preguntar a una persona enamorada por qué ama su pareja o a una madre por qué quiere a su hijo. La respuesta espontánea y sencilla esconde mucha profundidad: "porque es mi hijo", "porque es ella", en definitiva, "porque es quién es"; no por sus cualidades o su personalidad, no por su belleza o por lo que ayude en casa, sino porque más allá de la máscara hay una intimidad que hace a esa persona única e irrepetible, digna y merecedora de un amor incondicional.
Ojalá que nuestro mundo no sea un escenario frío donde desfilen máscaras de ojos vacíos, sino el hogar de personas abiertas entre sí, que hagan justicia al tesoro que llevan en el fondo de su ser y en su intimidad.
Ojalá que nuestro mundo no sea un escenario frío donde desfilen máscaras de ojos vacíos, sino el hogar de personas abiertas entre sí, que hagan justicia al tesoro que llevan en el fondo de su ser y en su intimidad.
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