
En esta ocasión quería compartir con vosotros las palabras que dije en el X Aniversario de la asociación Música sin Barreras, que tanto me ha dado, cuyo lema es, precisamente, "porque tú eres importante simplemente por ser tú".
Blog de filosofía que pretende reivindicar el valor de la persona humana y la necesidad de recuperar una visión integral del ser humano y de la realidad.

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Puede que el título suene un poco alarmista ya que nadie espera realmente ver a la vuelta de la esquina un grupo de seres cual cáscaras humanas más o menos desvencijadas de gustos culinarios muy cercanos a los de Hannibal Lecter. En realidad, yo tampoco lo espero. No obstante, sí que tenemos en el aire una amenaza zombi de otro tipo: la conducta zombi. ¿En qué consiste esta conducta zombi? Precisamente, en una actitud fundamental que es ver la vida como algo que consumir, que fagocitar. Los zombis quieren, literalmente, absorber la vida —no en vano son conocidos por alimentarse a bases de cerebros humanos—, la ven como algo que consumir, algo que hay que gastar. Un zombi no disfruta de la vida sino que la consume desesperadamente, y es por eso por lo que se les considera como muertos en vida más que como seres auténticamente vivos. El zombi es, ante todo, un consumista nato, nunca queda saciado del todo, es una pura ansia. Y como es pura ansia no disfruta, porque toda su vida es ansiar devorar lo vivo pero cuando lo devora sigue ansiando, así que nunca vive propiamente la vida.
Esta entrada nace de una experiencia que me ha marcado profundamente: los días que he pasado en el barrio de Nazaret en Valencia realizando un campo de trabajo con niños en el Colegio de Nuestra Señora de los Desamparados del 1 al 8 de julio de 2017. Allí, la mitad del día consistía en acompañar a cerca de noventa niños y niñas de tres a doce años: comenzábamos dando de desayunar a aquellos que lo necesitaban, después un rato de apoyo escolar, talleres y juegos, guerra de agua y para finalizar, dábamos de comer a aquellos que tenían necesidad de ello. Se puede decir sin exagerar, que la situación de estos niños es de la más difíciles que yo he conocido: muchas familias rotas o desaparecidas, drogas (consumo y tráfico), maltrato, abandono, pobreza y otros muchos factores hacían que estas personas de solo unos años de vida hubieran sufrido más que lo que cualquiera de los que fuimos ahí como voluntarios. Sin embargo, lo que se respiraba en ese colegio no era amargura y dolor, sino un profundo amor. Los abrazos y las expresiones de cariño eran continuas y de una intensidad que desarmaba el corazón más parapetado. Son miles las experiencias y situaciones vividas en esos días y son imposibles de transmitir no ya todas en su conjunto, sino ni siquiera solo una de ellas con un mínimo de lo que supuso al vivirla, pero me gustaría mostrar algunos retazos de estas vivencias, para iluminar lo más importante que yo aprendí allí.![]() |
| Creado por Marco Nabi / Animado por Rexisky (tomado de Art is a way of survival) |
Nunca somos del todo nosotros mismos. Nunca. Me dirás “pues yo estoy harto de oír que sea yo mismo, ¿cómo puedes decir qué es imposible lograrlo?”. Es cierto, la lógica de la autenticidad se ha instalado en nuestra sociedad, en gran medida absorbida por el mundo de la publicidad, la cual tiene una sofisticada habilidad en coger realidades humanas profundas y convertirlas en cebo para consumidores despistados —y no tan despistados—. No obstante, es pertinente matizar que esta máxima no es precisamente nueva, pues ya el Oráculo de Delfos recogía este mandato de “conócete a ti mismo”. De hecho, más bien habría que decir que este inconformismo con lo que cada uno somos es una actitud profundamente humana.
Es bueno hacer las cosas que pensamos, por aquella gran verdad que glosa mi admirado filósofo Gabriel Marcel diciendo “quien no vive como piensa termina pensando como vive”. Por eso, en un blog de filosofía donde se reivindica pensar desde la vida, sería una incoherencia no anclar algunas reflexiones en elementos tan cotidianos como puede ser una taza de desayuno. En mi taza del desayuno (no en la de otro, lo de pensar sobre la vida no casa muy bien con la tercera persona) está escrita la siguiente frase: “Te volvería a decir que sí un millón de veces”. Suena inspirador, como tantas de esas frases motivadoras que está de moda poner en objetos como tazas, cuadernos, etc. No obstante, más allá de esta impresión inicial, esta frase encierra una gran verdad: la decisiones importantes no se dejan de tomar nunca.
En estos últimos meses he tenido la oportunidad de confirmar algo que venía viendo desde hace tiempo: hay en muchas personas ganas de cambiar el mundo, de conseguir que lo que nos rodea sea un poco más justo, más bueno, más bello. Tanto como monitor de tiempo libre como en mi primera experiencia como profesor universitario he encontrado jóvenes con una llama en el corazón, una llama de inquietud e inconformismo, que arde y en su arder busca con pasión caminos y medios para que ese cambio a un mundo mejor sea posible. Aunque siempre hay excepciones, creo que en la mayor parte de las ocasiones no se trata de una mera queja de lo mal que está el mundo, una especie de resentido desencanto que lo ha dado por perdido, sino que late por debajo una cierta esperanza de que no está todo perdido. No siempre es visible, pero un corazón que verdaderamente arde por la injusticia no ha podido perder la esperanza, por más que vea las cosas muy negras. El corazón del que se ha rendido se ha apagado, ha renunciado a pelear porque cree que no hay ningún posibilidad, y como consecuencia, poco a poco ha dejado de sentir como propio el dolor ajeno. Y es que ese fuego que arde en los corazones que he visto arde no por ellos mismos, sino por el sufrimiento de otros. No son meros espectadores que diagnostican problemas, sino que en muchos casos están implicados en ellos, no les resultan ajenos, por eso se sienten impelidos a hacer algo.
En su origen, el término persona viene del verbo latino personare ‘resonar’ y se utilizaba en los teatros griegos y romanos para designar las máscaras que los actores llevaban, las cuales tenían una abertura en la boca para lograr un sonido potente y vibrante (de ahí su significado de resonar). Sin embargo, reflexionando sobre ello, creo que precisamente para la comprensión de qué significa ser persona, es muy interesante oponerlo a máscara. Aunque el origen de la palabra persona esté en la máscara, creo que su sentido más propio se vislumbra cuando se opone a ella.
Ser ecologista en nuestros días es políticamente correcto. Esto es un hecho, al margen de la coherencia en el comportamiento que luego tenga la gente en sus hábitos. Presumir de tener una empresa que te ha hecho rico a base de ensuciar los ríos o masacrar innecesariamente animales, creo que todos estaremos de acuerdo, no está bien visto socialmente. La conciencia ecológica está muy presente en los objetivos educativos y suele ser de los primeros temas que aparecen cuando se habla, generalmente de una forma un tanto ambigua, de "educación en valores".![]() |
| Caspar David Friedrich: El caminante sobre el mar de nubes |
Pero también es cierto que hay que aprender a ganar, y
quizás uno revele más de sí mismo en la victoria que en la derrota.
Quiero ilustrarle mi crítica con un
mito del pasado que quizás no conozca, pero que creo que tiene relación con su
intento de resolver los problemas de la filosofía. Le hablo del conocido mito
de la caverna del pensador griego Platón. Creo que le hubiera caído bien, también
le iba lo de las matemáticas. Tanto es así que en su Academia tiene escrito eso
de “que no entre aquí nadie que no sepa geometría”.